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Archive for the ‘Preparación’ Category

Hoy ya es 22 de junio. Aquí el tiempo pasa volando, pero por fin encuentro un hueco para escribir todo lo ocurrido en esta semana. Intentaré resumir porque hay muchas cosas que contar.

El lunes 14 empezaba mi viaje. A las 8 de la tarde aproximadamente salía de Linares dirección Almuradiel. Allí era donde había quedado con el resto de compañeros que iban en el bus que salió de Sevilla. Como no podía ser de otra manera, se me echó el tiempo encima. Eran casi las 8, y aún no tenía metida las cosas en la maleta. A última hora me puse corriendo a meter todo. Los medicamentos, el portátil, la cámara réflex y otros aparatos electrónicos, en la maleta de mano. Todo lo demás, repartido entre la mochila montañera y la mochilita de mano. Aunque en un principio creíamos que podríamos llevar dos maletas de 23 kg y una de mano de 10, las cosas cambiaron en el último momento. Así que iba a tener que prescindir de algunas cosas. Os podéis imaginar, mi madre y yo subidas encima de la maleta para que todo cupiese, un show. Después de mangarle la maleta de mano a mi hermano, porque en la mía no me cabía todo, subimos todo al coche y nos fuimos para Almuradiel.

Tuvimos que esperar hasta que llegaron con el autobús. Por fin me volvía a reencontrar con mis 16 compañeros. También venía Gloria, la presidenta de la asociación Mujeres entre Mundos. Me recogieron y seguimos dirección Madrid. Me apetecía intercambiar opiniones, pero el sueño y el cansancio pudieron más y me quedé dormida enseguida. Llegamos al aeropuerto a las 4 de la mañana, en la madrugada del lunes al martes. No era nada más que el comienzo de un largo viaje. Mientras hacíamos hora para facturar, decidí ir a pesar las maletas. Tras comprobar que la maleta montañera tan sólo pesaba 17 kilos, decidí forrarla al estilo rudimentario. Fill de cocina y cinta aislante en mano, me dispuse a empaquetar la mochila. El resultado, mira la foto.

El vuelo Madrid-Frankfurt se retrasó. El espacio aéreo francés estaba cerrado por huelga de controladores. Y aunque nos estresamos un poco pensando que no les daría tiempo a pasar las maletas del vuelo Madrid-Frankfurt a Frankfurt-Lagos, al final no hubo problemas. Pasamos todos los controles pertinentes en el país germano y cogimos el vuelo que nos llevaría a Lagos, antigua capital de Nigeria y que cuenta con aproximadamente 15 millones de habitantes. Este vuelo también se vio afectado por la huelga y salimos hora y media más tarde de lo previsto. Tras un viaje de unas 7 horas, donde nos dieron varias veces de comer, teníamos tele y vimos a través de los cristales paisajes interesantes, llegamos a Lagos. (Las fotos que adjunto a continuación son todas de Lagos, las hice mientras ibamos en el bus dirección al hotel).

Fue bajarnos del avión y empezar a vivir una auténtica odisea. Una bofetada de humedad y calor sofocante nos avisó de que habíamos llegado al continente africano. Lo primero que nos pidieron fue la cartilla de vacunación internacional para ver si estábamos vacunados de la fiebre amarilla. Tras pasar ese control, tuvimos que esperar una cola que aunque no era larga, se nos hizo eterna. El cansancio, la humedad, el calor y la lentitud con que comprobaban pasaportes y visados, nos desesperó por momentos. Pero ya nos había avisado Moisés, el compi que fue antes a Calabar en el viaje de prospección: en Nigeria, la filosofía Malibú se lleva al extremo.


Ahora tocaba ir a recoger las maletas. Crucé los dedos pidiendo que no me hubiesen perdido ninguna. Allí estaban las dos que facturé, la mochila montañera y la mochilita de mano. Para salir del aeropuerto de Lagos, teníamos que mostrar el resguardo de las maletas, sin eso, no te dejan sacar las maletas. Una medida preventiva para evitar robos. Por fin estábamos fuera del aeropuerto y con muchas ganas de llegar al hotel para descansar. Nos habían advertido de no aceptar ayuda de nadie para llevarnos las maletas, porque después nos pedirían propina y no llevábamos ni un naira (la moneda de Nigeria) encima. Nos sentimos observados, un grupo de blanquitos europeos había llegado a la ciudad. Para llegar al hotel tuvimos que acoplar las maletas en una furgoneta, que aquí le llaman autobús, y meternos nosotros en otra. ¡Qué barbaridad! Más humedad no podía haber, e incluso hubo un momento en que sentí un agobio increíble. Íbamos como sardinas en lata, incluso con maletas encima de las piernas. Os dejo una foto donde podéis ver la neblina generada por el vapor del sudor y la humedad.


Lagos es una ciudad caótica, con una desordenación increíble y un grado de contaminación abrumador. La contaminación no sólo es atmosférica, también acústica. En Nigeria tocan el pito del coche para todo: para avisar que están adelantando, para meterle prisa al de delante, para hacer que los peatones sepan que están pasando, … En fin, para todo. Estas primeras semanas, cuando voy a dar un paseo por la calle, vuelvo con un dolor de cabeza alucinante por culpa de tanto pitido. Lagos es la ciudad «más locura» que he visto jamás.


Por fin llegamos al hotel. Nada del otro mundo, pero sólo buscábamos un lugar donde descansar. Volvimos a sentir la filosofía Malibú a la hora de cenar. Éramos muchos para comer, unas 22 personas, pero entre el primer plato que sacaron de comida y el último, pasaron como 45 minutos. Vamos, que cuando llegó el último plato de comida, el primero en ser servido ya había hecho hasta la digestión. Nos fuimos a dormir pronto, estábamos super cansados y al día siguiente teníamos que despertarnos pronto para coger el vuelo de Lagos a Calabar.

Muy curioso el proceso de chek-in y el momento en que pasamos el control. Primero facturamos todos a la vez. Un lío increíble. El control de equipaje de mano es manual. Como vean bultos raros, o mochilas muy abultadas, te las hacen abrir y te espulgan todo. Y si a todo este tedioso proceso, le unimos el sofocante calor que hacía, os podéis imaginar. Llegamos con bastante tiempo de antelación, así que nos tocó esperar en la sala de espera. Y mirad si el mundo es un pañuelo. Nos encontramos con una mujer de Guinea Ecuatorial. Samuel, uno de los nuestros que es sevillano pero sus padres son de Guinea, empezó a hablar con ella, y lo fuerte es que ella conocía a su abuela y tías porque eran de la misma ciudad. Las casualidades de la vida.

Un dato curioso: en Nigeria, aunque tú vayas a facturar tu maleta, antes de subir al avión, tienen todas las maleta en fila al lado del avión y antes de subir, tienes que ir e identificar la tuya. Si no lo haces, como las maletas no han pasado escáner alguno ni nada, desconfían y no la suben al avión. La mía por poco no se queda en tierra. En el vuelo Lagos-Calabar conseguí sitio al lado de la ventana del avión, así que pude ver el paisaje nigeriano, todo verde con vegetación frondosa y ríos caudalosos. En apenas una hora y poco estábamos en Calabar. Y, ¿a que no sabéis qué? El piloto era español. Nos dio algunas recomendaciones y consejos, unas alentadoras, otras no. Pero lo bueno es que ya tenemos un contacto más aquí, yo le pedí su teléfono. Lo mismo un día lo necesitamos…

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Las despedidas siempre son tristes, incluso ésta que es el punto de partida de un sueño hecho realidad. Tristeza, emoción y una carga sentimental electrizante son el plato fuerte de este último mes con despedidas en Madrid, Ibiza, Fernan-Núñez y Linares. Un año pasa muy deprisa, pero siento que me perderé pequeños-grandes detalles que para algunos marcarán el curso de sus vidas.

Mis despedidas han sido como comerte un pincho de jamón con melón. Una increíble mezcla de sentimientos. Ración doble de sensaciones que parecen contradictorias. Tristes porque siento que lo que dejo atrás es tan valioso que da miedo no tenerlo cerca siempre. Pero a la misma vez, alegría y felicidad por tener la oportunidad de involucrarme en un proyecto así y sentirme respaldada y arropada por gente como vosotros.

Tengo que agradeceros a todos los regalitos y kits de supervivencias que me habéis regalado, se vienen conmigo a Nigeria. Pero sobre todo, esos pedazos de abrazos que me habéis dado. Espero que su eco e intensidad dure todo el año porque os aseguro que me acordaré de ellos en más de una ocasión. Sé que muchos de vosotros habéis hecho un gran esfuerzo por verme antes de irme viniendo desde un montón de sitios. Mil gracias de corazón. Y muchas gracias también por todas esas llamadas y mensajes de apoyo. Es un topicazo, pero es verdad, OS ECHARÉ MUCHO DE MENOS.

La aventura empieza esta noche. Los 17 voluntarios cogeremos nuestro primer avión en Madrid, en la madrugada del lunes al martes, aunque no llegaremos a Calabar hasta el miércoles 16. Muchos de vosotros estaréis pensado: «yo tenía que hacer algo importante el miércoles…». Efectivamente, es el primer partido de España en el Mundial. Seguro que estaréis todos pegados al televisor. Yo, como no sé aún si tendremos oportunidad de verlo, espero algún mensajito avisándome del resultado. El itinerario del viaje:

  • Linares-Madrid (en coche).
  • Madrid-Frankfurt (en avión).
  • Frankfurt-Lagos (en avión). Pasamos la noche en Lagos, y al día siguiente, el miércoles 16 cogemos un vuelo interno.
  • Lagos-Calabar (en avión).

carta-del-sve_nueva
No sé cuándo podré volver a escribir en el blog, dependerá de nuestra conexión a Internet. Eso sí, seguro que cuando lo haga tendré un montón de cosas que contaros. Os dejo la dirección de nuestra casa en Calabar. Aunque las nuevas tecnologías acabaron con ese bonito momento en el que abrías el buzón y te encontrabas con una carta o postal escrita a mano, yo os retransmito mi último deseo antes de abandonar la península: «Quiero recibir cartas, postales, fotos o lo que os apetezca enviarme.» Y hombre, está claro, un buen bocadillo de jamón con tomatito me haría muchísima ilusión, pero dudo que llegue. Yo prometo responder a todas las cartas que lleguen. Os dejo la dirección:

ISA MOYANO
9, PIUS AWAH CLOSE, STATE
HOUSING ESTATE. CALABAR
MUNICIPAL GOBERNMENT
AREA CROSS RIVER STATE
(NIGERIA)

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Siempre que he viajado, he llevado conmigo un pequeño botiquín. Unos sobres de Espidifen para los dolores de cabeza, pomada para herpes o Efferalgan para los resfriados. Sin embargo, África requería mucho más esfuerzo. Un año es demasiado tiempo. Y más aún sin saber muy bien la facilidad de acceso a los medicamentos. Ahora ya no eran sobres, sino cajas. Debía organizar mi pequeño cargamento.

Con bastante tiempo de antelación, fui comprando lo que necesitaba. Pero no una, sino varias cajas de medicamentos para los dolores de cabeza, diarreas, resfriados, dolores musculares o de barriga. Además, no podía faltar la pomada para los herpes, la de las picaduras, escamación de piel o quemaduras. Aparte de medicamentos, en mi pequeño cargamento personal llevo también varios botes de spray de repelentes de mosquitos e incluso pastillas potabilizadoras. Y como no, lentillas para todo el año. En fin, os dejo la foto para que os hagáis una idea.

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Primera parada, Sanidad Exterior. Las recomendaciones del médico fueron claras: «Para ir bien protegida a Nigeria, te tienes que poner 9 vacunas». El lunes 17 de abril, en el propio centro de Sanidad Exterior, empezaba mi proceso de vacunación. Meningitis y Fiebre Amarilla en el brazo izquierdo, Polio en el derecho.

Segunda parada, mi médico de cabecera. El martes 18 me ponían otras dos vacunas inyectables, Hepatitis A y Tétanos. En dos días, cinco vacunas. Con los brazos agujereados y el cuerpo fabricando anticuerpos sin descanso, pasé los primeros efectos secundarios de estas vacunas. La Fiebre Amarilla me provocó fuertes dolores de cabeza y neblinas durante 4 días. Y el Tétanos me dejó el brazo tonto durante casi 2 días.

Tercera parada, la farmacia. Las vacunas por vía oral, Cólera y Fiebre Tifoidea, las adquirí en la farmacia. Menos de un mes después de las inyectables, a mitad de mayo, me tomé la primera dosis de la Fiebre Tifoidea. A final de esa misma semana, con las tres dosis en mi cuerpo, ya podía disfrutar de la protección frente a esta enfermedad que se contagia a través de los alimentos y el agua. Ya quedaba menos… Dos semanas antes de mi partida, me tomé las dos dosis del Cólera, una enfermedad intestinal aguda que se transmite también a través de la comida y de la bebida. Con tanta enfermedad y tanta vacuna, acaba una mareada.

Eché cuentas: 9 – 7= 2, esas eran las vacunas que me faltaban. La Hepatitis B no hacía falta ponérmela porque ya la tenía. Ya sólo quedaba la Malaria, o también conocida como Paludismo. Esta enfermedad la transmiten las hembras mosquitos a través de sus picaduras. Estos insectos se alimentan de sangre para hacer madurar sus huevos. Así que si se acerca un mosquito macho, no hay nada que temer, en esta película ellos son los buenos. Evitar las picaduras de los mosquitos ha sido quizás una de mis mayores inquietudes. Si aquí me funden los mosquitos hispanos, allí no quiero ni pensarlo. Así que me puse a investigar, y aparte de los repelentes de mosquitos que es lo que te recomiendan, yo me he comprado una mosquitera para la cama y un llavero bastante curioso. Este llavero se carga con la luz del sol y emite un ultra sonido de alta frecuencia que ahuyenta a las hembras mosquito (en Coronel Tapiocca a 11 €). Ya os diré si funciona.

Actualmente no existe vacuna para la Malaria, sólo hay profilaxis, o lo que es lo mismo, medicamentos que se toman para prevenir la enfermedad. A mí me han recomendado dos tipos. O tomar una pastilla de Lariam a la semana, siempre el mismo día, durante un máximo de 4 meses seguidos, descansando otros 3. O tomar una pastilla de Proderma al día, durante un máximo de 2 meses, descansando otros 2. El problema es que estas pastillas son bastante fuertes, sobre todo, el Lariam. Primero he empezado tomando Lariam, porque a pesar de ser más fuerte, es sólo una pastilla a la semana y machacas menos el estómago. Vómitos, diarreas o náuseas son sólo algunos de sus efectos secundarios soportables. En caso de paranoias, alucinaciones o episodios psicóticos, te recomiendan abandonar las pastillas y pasar al plan B, Proderma. Espero poder seguir el tratamiento de Lariam, porque es más llevadero tomar una pastilla a la semana, que una al día. ¿Quién sabe? Lo mismo empiezo a ver enanitos

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Para conseguir cita removí Roma con Santiago y hasta hubo trapicheos de por medio. En estos casos, o eres inconformista, tienes decisión y labia, o no consigues nada. No estaba nerviosa por el mero hecho de tener una alta concentración de esa hormona, era más bien por la falta de información. La ginecóloga no había sido capaz de explicarme nada. Así que decidí pasar al plan B, ese en el que, teléfono en mano, decides llamar a tus contactos para calmar tu desasosiego  (Mª del Mar, gracias por tu rápida respuesta). Todos me dijeron lo mismo: “se puede deber a la propia hormona, que no pasa nada porque se regula con pastillas, o puede ser que la hipófisis, una glándula que tenemos en el cerebro, no esté funcionando bien.” Y ahí es cuando vienen los problemas, porque para comprobarlo hay que hacer bastantes pruebas que requieren tiempo. Justamente, algo de lo que yo carecía…

Tenía comprados los billetes a Ibiza desde hacía más de un mes, pero el tema de los médicos amenazaba con fastidiarme el viaje. Los ideales de relax y desconexión en la isla estaban siendo perturbados. Aunque al final tuve que comprarme otro billete de avión y regresar a Madrid antes de lo previsto para llegar a tiempo a la cita con el endocrino, Bea, Eladio y las niñas consiguieron evadirme mientras estuve en la isla blanca. Disfruté de atardeceres que quitan el hipo y de un conciertazo de Statuas d Sal. Además, pude comprobar que La Marimorena, la tienda de Bea, es mucho más que una tienda, es un pequeño museo taller de grandes obras de arte.  Cariño y esfuerzo por las cuatro paredes.  Si vais por la isla, pasad a ver la tienda, está al lado del puerto (C/ Vicente Cuervo, 8, Ibiza). Y si no corréis esa suerte, podéis visitar su blog (La Marimorena Shop). Fotos, novedades y muchas más sorpresa os están esperando. Acertaréis seguro con el regalo…y más de uno hasta os guardará un huequecito en el cielo.

Caminaba cabizbaja y un nudo en la garganta me impedía respirar con normalidad. El corazón me latía fuertemente, como si estuviera galopando… Desayuné sin ganas, los nervios me oprimían el estómago. Llegué a la sala de espera del hospital con tiempo. Apenas podía estar sentada, las piernas no paraban de temblar. Decidí levantarme y leer los carteles que adornaban la sala. Entré en la consulta como una magdalena que se desmorona en una taza de café. Nada más pasar, la endocrina examinó los resultados. No sabía para donde mirar, estaba super nerviosa. De repente, alzó la vista y me dijo con voz firme: «No tienes de qué preocuparte». Efectivamente, los niveles eran altos, pero no preocupantes. No sé si fue la sensación de “no pasa nada grave”, la de “mi sueño sigue adelante” o la combinación de ambas lo que provocó que me derrumbase.

Lágrimas como puños recorrían mi rostro. La endocrina no hacía más que tranquilizarme, y la verdad es que lo consiguió. Aún así, me costó parar el torrente de lágrimas que resbalaban por mis mejillas. Los nervios se habían transformado en gotas saladas de alegría y tranquilidad. Al día siguiente me hicieron otro análisis, esta vez más exhaustivo. Para obtener los resultados debía esperar casi 10 días. Hasta el 9-10 de junio no sabría nada…y mi vuelo a Nigeria estaba previsto para el 15.

Para obtener mi doble ración de tranquilidad, acudí a la consulta de mi médico de cabecera en Madrid, el Doctor Vilches, magnífico profesional. Me lo explicó todo con pelos y señales. Salí a la calle, respiré hondo y hasta el sofocante aire contaminado de la capital me supo a gloria. Ahora ya sólo quedaba esperar esos segundos resultados… Mientras tanto, seguiría adelante con mis tareas y preparando todo lo que me tengo que llevar a Nigeria, que no es poco. Y si no, atentos al próximo artículo…

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Caminaba cabizbaja y un nudo en la garganta me impedía respirar con normalidad. El corazón me latía fuertemente, como si estuviera galopando…

No sabía exactamente qué suponía tener una hormona con una concentración tres veces superior a lo recomendado, pero la ginecóloga ya me había activado la sirena de alerta. Y eso me empezaba a pasar factura. «Tienes la prolactina muy alta. No te puedes ir a Nigeria sin pastillas. Tendríamos que hacerte pruebas que requieren tiempo. Y precisamente tiempo es lo que tú no tienes.» Con esas contundentes palabras me despedía la ginecóloga y me derivaba al endocrino. La verdad es que no supe descifrar el contenido de su mensaje, pero sabía que algo no iba bien.

Lo difícil venía ahora, ¿cómo conseguiría cita con el especialista en menos de un mes? Las listas de espera son de como mínimo dos meses. Preferí no pensar, pero no pude evitar que una fuerte sensación de angustia recorriese todo mi cuerpo. Es como cuando de pequeño construyes tu castillo de arena en la playa con ilusión y esmero. De repente, viene una ola y lo destruye. Todos tus viajes para conseguir más arena o tus esfuerzos para cavar más profundo se van al garete. Llevaba meses preparando un viaje, o mejor dicho, un sueño, que ahora pendía de un hilo.

Continuará…

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La verdad es que no tenía tiempo para nada. Los horarios de trabajo en Madrid son muy amplios, y si a eso le sumamos el tiempo que invertimos en desplazarnos, apenas contaba con unas horas al día para hacer todo lo demás. Limpiar el piso, poner la lavadora, hacer la compra, preparar tuppers de comida, ir al cine, organizar la habitación o quedar con los amigos eran solo algunas de las tareas que luchaban por conseguir ser las protagonistas de mi tiempo libre.

A pesar de no tener apenas tiempo, aún tenía muchas inquietudes no resueltas. Cosas pendientes por hacer. Me apetecía participar en un proyecto de voluntariado local. Una amiga me recomendó una página web, hacesfalta.org. Empecé a buscar proyectos y contacté con algunas asociaciones, pero mi horario de trabajo resultaba incompatible con el voluntariado. No me desanimé y seguí buscando.

De repente un día encontré un proyecto de voluntariado en Francia. Ese proyecto pertenecía a un programa que se llamaba SVE, Servicio de Voluntariado Europeo. No tenía ni idea de que se pudiese hacer un servicio de voluntariado en Europa, era una labor que tenía asociada más bien a proyectos en países en vías de desarrollo. Empecé a indagar sobre el tema. Y un día, mientras buscaba organizaciones de envío en Andalucía se me ocurrió poner en Google: «SVE Andalucía». Entre todos los resultados, hubo uno que me llamó especialmente la atención «Abierto el plazo para SVE en Nigeria». No me lo pensé ni un sólo instante, hice clic en el enlace y busqué la manera de inscribirme. Apenas quedaban unos días para la finalización del plazo de inscripción. Cogí el número de teléfono de la asociación y llamé para informarme.

Primera entrevista personal superada. Una llamada a media tarde desde la asociación Mujeres entre Mundos me anunciaba que había pasado la primera entrevista. Ahora tenía que presentarme en Sevilla para participar en la segunda entrevista, una dinámica de grupo. Nervios y emoción recorrían mi cuerpo. Haber pasado ya la primera entrevista suponía para mí un gran paso adelante. Era el comienzo de un sueño. Ahora tocaba esperar y cruzar los dedos.

(Continuará…)

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Así comienza esta aventura. A veces necesitamos que nos pase algo malo, o relativamente malo para emprender un nuevo camino y luchar por conseguir algo que siempre hemos querido hacer.

«No hay mal que por bien no venga» es un refrán que últimamente utilizo bastante. No sólo a nivel personal, sino también como consejo, o incluso como grito de guerra para animar a todos aquellos que me rodean. Y… parece que funciona. El mundo no se acaba con ese mal. Debes estar despierto, se te abrirá un mundo de posibilidades infinito. Sólo tienes que coger la opción que mejor te convenga y como decimos en mi tierra, «tirar palante«.

Romper con el pasado y atrevernos a empezar algo tremendamente diferente nos cuesta mucho trabajo. Un empujoncito no nos viene mal de vez en cuando, y más aún cuando hablamos de cumplir un sueño.

Nos quejamos de la rutina, pero somos incapaces de romper el cordón umbilical que nos proporciona esa estabilidad que tanto ansiamos. El trabajo, los amigos, la familia, la pareja, el piso, y un sinfín de razones más (o de excusas, según se mire), nos impiden embarcarnos en esa aventura que nos ronda la cabeza desde que tenemos uso de razón. Al final, pasa el tiempo y nunca lo hacemos. Yo siempre digo lo mismo: «Si dejas de hacer algo por alguien o por algo, eso siempre se vuelve contra ti. A no ser que estés 100% segura de tu decisión y actúes así por convicción propia.» Cosa poco probable.

Una tarea por completar, una espinita clavada…llámalo como quieras. Pero siempre te acabas arrepintiendo por no haberlo hecho. No es por falta de valor. Yo sinceramente creo que es porque no encontramos el momento…y yo ahí llevo ventaja. Sé que ahora es mi momento. Suena a anuncio de Vodafone, pero es que es así como me siento: «Es mi momento, es Nigeria». Ahora tengo la oportunidad de hacer realidad uno de mis sueños, y no pienso quedarme dormida. ¿Y tú? Espero que te animes y cumplas todos esos deseos que un día dejaste aparcados. Nada ni nadie debe suponer un obstáculo para ti, excepto la muerte. A esa no la engaña nadie.

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Viajando

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