La excusa resultó ser perfecta, viajábamos a Camerún por papeles. Al final hasta nos iba a beneficiar eso de no tener el visado en regla.
El viernes 8 de octubre empezaba nuestra odisea. Nos despertamos muy temprano. La noche era cerrada. Cargamos con las mochilas de montañeros dirección el puerto de Calabar. En el taxi nos metimos 6 con todo el equipaje.
La oficina de Inmigración del puerto nos esperaba. Lo mejor es llegar, al menos, dos horas antes de la salida del barco, los trámites de inmigración pueden resultar tediosos. La oficina era para verla. Situada al final de una especie de almacén. Una ristra de sacos amontonados dificulta el paso. Era como entrar en una cueva artificial. A medida que me introducía en la nave, la luz del sol se iba quedando atrás para dar la bienvenida a un sofocante calor tropical que apenas dejaba respirar. No corría ni la más mínima gota de aire. Nos recibieron con cara de pocos amigos, les había salido el tiro por la culata. No habíamos pasado por el aro a la hora de pagar. Nuestro plan era mucho mejor, escaparnos a Camerún. Cosa que no le hizo demasiada gracia.
Primero nos exigieron el pasaporte. Después, uno a uno, nos hicieron rellenar una hoja con datos: nombre y apellidos, número de pasaporte, visado, domicilio, profesión, nombre y dirección del empleador, razón de visita, tiempo de estancia, … En fin, esas preguntitas que suelen hacerte cuando decides atravesar la frontera. Cuando ya creíamos haber terminado con el papeleo, me llama el jefe de inmigración y me sienta enfrente de él. Empieza un interrogatorio bastante curioso acerca de nuestro viaje. Hasta 15 minutos me tuvo allí sentada haciéndome las mismas preguntas pero de diferente manera. Imagino que intentaba ponerme nerviosa, pero no lo consiguió. La escena me recordó a la película “El último rey de Escocia”. Con este tipo de personajes, lo mejor es ser simpática, correcta y seguirle el juego. En un rato habrás terminado sin problemas. Y así fue.
Después de inmigración, nos esperaba otro de esos rollos burocráticos. Tuvimos que rellenar otro papel. Esta vez era por si nos pasaba algo en la travesía. Nos pedían los datos de una persona de contacto en caso de producirse algún imprevisto. Aunque un dato bastante curioso fue darnos cuenta de que en ese papelito nos preguntaban hasta nuestra religión. ¿Será que si se hunde el barco como el Titanic contratan sacerdotes de diferentes religiones para impartir la misa de los difuntos ahogados? En fin, ni idea. Sólo sé que viajar en barco estaba empezando a ser más incómodo que en avión.
El viaje en ferry no fue demasiado largo de no ser por la hora y pico que tardamos en zarpar escuchando al predicador de turno gritando a través de los altavoces. Nunca llegué a entender por qué no podíamos abandonar tierra mientras ese pastor, predicador o profeta anunciaba la palabra de su Señor. Total, nos tocó esperar.
Yo había estado toda la semana buscando información acerca de Camerún. Al final, saqué en claro dos posibles rutas:
- Ruta de interior: Bafoussam y Foumban. Este recorrido da un repaso a las Chefferie del oeste del país. Importantes muestras de arquitectura indígenay arte.
- Ruta por la costa: Douala y Kribi. Kribi es un claro destino turístico. Sus playas embelesan, y no sólo a cameruneses. Douala, sin embargo, es una de esas grandes ciudades con ajetreado ritmo de vida. Es la ciudad más grande de Camerún, a pesar de no ser la capital.
En el fondo, me apetecía mucho hacer los dos recorridos, pero era imposible. Así que tocaba decidirse. En el ferry, de camino a Limbe, opté por la ruta de la costa.
Tras cerca de 4 horas de travesía, llegamos al puerto de Limbe. El centro de la ciudad se encontraba lejos de este punto. Así que tocaba pegar empujones y ser espabilado para subirse al autobús que llevaba a la ciudad. Cargados con las mochilas de montañeros nos dispusimos a meternos en el autobús, pero nuestras dotes culonas quedaban lejos del master a empujones que tenían los demás pasajeros. Los primeros autobuses se escapaban cargados hasta arriba. Nosotros esperaríamos más de media hora debajo de un sol justiciero que nos arrancó los primeros chorreones de sudor.
Por fin conseguimos llegar al puerto. Nada más llegar nos dicen que tenemos que pagar unas tasas portuarias. La suma asciende a 5.000 CFA (casi 8 €). Pero no tenemos dinero en francos CFA, la moneda oficial de Camerún y otros países de centro África, como El Chad, Guinea Ecuatorial o Gabón. El oportunista de turno se acercó a nosotros y nos llevó a su pequeña oficina de cambio, situada al lado del puerto. Tras 1 hora negociando, esperando el cambio y contando los billetes, conseguimos terminar. De repente, aparece en escena el tipejo del puerto pidiéndonos que paguemos las tasas. Discutimos con él porque no teníamos constancia de tener que pagar ningún tipo de tasa y menos aún sin darnos recibo alguno. El tío se pone farruco y nos dice que vayamos a hablar con la policía portuaria. Es tarde, no queremos problemas y menos con la policía, así que finalmente pagamos. Pero eso sí, conseguimos reducir el importe a 2.000 CFA alegando que somos voluntarios.
Tras tan largo proceso, nos montamos en un taxi que nos lleva a Limbe ciudad. Como buenos concursantes de “Qué apostamos” nos metimos 7 en el taxi. Al pelotón y con maletas incluidas. El coche era una chatarrilla andante que le costó la vida salir. El motor rugía con voz ronca. El maletero ni cerraba. En fin, un espectáculo. Llegamos al hotel, Metropolitan Lodge. Un hostalito sencillo pero limpio. Dejamos las maletas, nos duchamos y salimos a cenar. Paseamos por la ciudad viendo qué se cocía. Pescados a la brasa, casava y pinchitos de pollo eran los platos estrella de la noche. Bullicio nocturno el que se respiraba en Limbe. Ciudad que en un principio se llamó Victoria y fue fundada en 1858 por un misionero inglés. En 1915 pasó a ser una colonia británica, de ahí que se hable principalmente inglés y pidgin.
Al día siguiente nos despertamos y nos fuimos a la rotonda de la calle Nambeke Street. Allí conocimos a Joe, el que sería nuestro taxista oficial en Limbe. Un tío majo, de pocas palabras y sonrisa dulce. Coche tuneado e interior a la moda. Flores de plástico adornaban el salpicadero y una banderita de EEUU y un cromo de fútbol colgaban del espejo retrovisor. Nos habían recomendado Semme Beach, así que allí fuimos. 500 CFA por cabeza y trayecto, nos salió la jugada por 1000 CFA ida y vuelta (1,50 €) cada uno. La playa estaba a una media hora, en dirección al norte. Para acceder a la playa a través del hotel Seme Beach, tuvimos que pagar 1500 CFA (4,50 €). La entrada incluía una bebida gaseosa, cerveza no.
Las instalaciones del hotel eran increíbles. Adaptadas perfectamente al turista europeo pero sin sobrecargo. Había de todo. En el interior, pista de tenis, fútbol y volley playa. Además, se podía dar un paseo en caballo por la orilla del mar. Tomar el sol tranquilamente en una de las tumbonas o de los banquitos que daban al mar. E incluso se podía alquilar un kayak. Además, el río que atravesaba el hotel, lo habían reconvertido de tal manera que era una especie de piscina natural con agua que venía de la montaña.
La arena de la playa de Semme Beach es negra. Arena volcánica, fina y suave al tacto. La playa es kilométrica. Los árboles y palmeras situadas a la orilla del mar parece que fueran a devorar el agua. Va a ser nuestro primer chapuzón africano. Ya metida en el agua, me doy cuenta de que estamos en un auténtico paraíso natural. La postal se queda grabada en mi retina. Al fondo, el monte Etinde. Escondido tras las palmeras y rodeado de nubes nos observa fríamente. Esta montaña, situada a las faldas del famoso Monte Camerún, también es conocida como Le Petit Mont Cameroun.
Disfrutamos lujuriosamente de nuestro primer baño. Es como si no hubiéramos visto la playa en años. Acompañados del ronroneo de las olas charlamos animadamente. Nos queda todo el día por delante.
La marea comienza a subir y rompe a llover. Refugiados en una chozita, esperamos a que escampe. María, Tere y yo decidimos darnos un homenaje. Nos vamos al restaurante del hotel a comer. 6.500 CFA (unos 10 euros) el menú. Más de 2 horas, con sobremesa de por medio, dura nuestro ritual gastronómico. Increíble, tras más de 4 meses de ausencia, vuelvo a deleitarme con el manjar de mi tierra: las aceitunas. Nos quedamos más que satisfechas. Cualquiera se echa a andar ahora.
Se hace de noche y volvemos a Limbe. Por la noche, vamos al puesto de los pescados a la brasa. Me pido uno de 700 CFA (poco más de 1 €). No sabemos exactamente cuál es el ingrediente secreto. Pero justo antes de servir el pescado rocía un chorreón de salsa Maggi por encima. La salsa es un sazonador, el sabor me recuerda a la soja de los restaurantes japoneses. Para acompañar el plato, nos sentamos en el barecillo de al lado. La Fanta de 65 cl, os podéis imaginar la pedazo de botella, cuesta 450 CFA, y la cerveza de 60 cl está a 600 CFA. Una pequeña vuelta por la ciudad y para el hotel.
Amanece, es domingo. Joe pasa a recogernos y nos lleva a otra playa. Vamos a probar suerte. Llegamos a Etisah Beach. Los taxis nos dejan a pie de carretera. Bajamos una cuestecita y llegamos a un hotel. Para entrar en la playa a través del hotel hay que pagar, 1000 CFA. Investigamos los alrededores. Encontramos un caminito. Nos asomamos, da a la playa. Tan sólo hay que atravesar un pequeño riachuelo donde hay niños pescando.
Prueba superada, dificultad baja. Pasamos de pagar para ir a la playa. El entorno es muy parecido al de Semme Beach, pero aún más virgen, más auténtico. Sólo hay, básicamente, canoas y chozas de pescadores. Mientras paseo por la playa, se me acerca un chico, Abel. Él trabaja en la petrolera, pero conoce bien los sistemas de pesca tradicional. Me invita a ver la choza del pescador mientras me explica cómo utilizan las redes. Un hombre, con cerca de 70 años e inmerso en sus pensamientos, se afana en coser su red de pescar rota. Se respira tranquilidad.
Momentáneamente me despido de Abel y me voy a pegarme un baño. En breve empezará a llover. Tenemos que buscar un sitio donde dejar las cosas. Abel nos deja ponerlas en la choza. Tras resguardar las mochilas, nos adentramos en el mar. Bañarse en una de estas playas mientras llueve, es como besar el cielo. ¡Qué sensación!
Se hace tarde, hemos quedado con Joe a las 15.30 para pasar a recoger las cosas del hotel. Tenemos que buscar la manera de ir hasta Douala sin que se nos haga de noche. Aventurilla que os contaré en el próximo capítulo del viaje a Camerún.
Isa: No sabes lo que disfruto leyendo tu blog. Llevaba varios días asomámdome a ver si contabas la estancia en Camerún, por fin hoy está. Me gusta cómo lo cuentas. Y me ha encantado también ver fotos de mi hija, soy la madre de Tere.
Gracias.
Hola Alicia,
Uff, es que ahora estoy con unas cuantas cosillas en la cabeza pendientes de escribir. De hecho, aún tengo que subir un artículo hablando de nuestro viaje a Ikom, cataratas y monolitos. Aunque ya sabes, aún no he terminado de subir lo de Camerún. En breve llegará la segunda parte.
Una cosita más, un secretillo. Me imagino que lo sabrás, pero no sabes la carita que pone Tere cuando recibe un paquetito con recortes, periódicos y revistas. Es increíble. Como no le gusta nada leer a la chica…
Muchas gracias por seguirme.
Un abrazo fuerte.
PD: Ah, os va a encantar Camerún. Va a ser un super viaje.
Que pasa Isa? Tu tio Pedro me dio el enlace de tu blog, y la verdad, de vez en cuando lo voy leyendo y no veas cuantas aventuras cuentas y cuantas cosas te están pasando!!. Hoy he estado con tu padre y me ha dicho que tu hermano quiere ir a visitarte para finales de año, y la verdad si se anima, a mi también me dan ganas de ir a verte que te parece?? Yo estoy animando a mas gente asi que lo mismo hasta te damos una sorpresa!! Cuando puedas responderme dinos qué sería necesario que llevásemos, y no se algo que se te ocurra que sea imprescindible por si acaso se dan las cosas y viajamos a Nigeria……..
¡Hola Juanita!
Ay, qué gracia tu mensaje. Pues animaros, para venir hay que arreglar unas cuantas cosillas, como visado y vacunas. Y eso en realidad hay que hacerlo con tiempo. También hay que pillar el vuelo con tiempo para que no salga demasiado caro.
Para arreglar lo del visado necesitais una carta de invitación que os tendría que enviar yo. Y para lo de las vacunas sería ir a un centro de Sanidad Exterior y que os cuenten qué vacunas tenéis que poneros. Por lo demás, no hace falta nada… muchas ganas de venir, y si traéis un quesito y un jamoncito debajo del brazo, la gente de la casa os sonreirá mucho más.
Animaros, en serio, es una oportunidad única, a no ser que tengáis pensado venir a vivir aquí por un tiempo.
Un besote y ya me iréis contando.
Hola Isa: Estoy disfrutando mucho leyendo este primer artículo de tu blog. Me encanta cómo escribes y con la gracia que narras vuestras vivencias.
Soy amiga y compañera de viajes de Alicia, la madre de Tere, así que le das un abrazo de mi parte.
Estais viviendo una experiencia increible que supongo marcará vuestra vida para siempre.
Un abrazo
Lourdes Luengo
Hola Lourdes,
Aquí, a veces, la realidad es dura. Ha episodios que nos marcarán para siempre, pero debemos mantener la calma y sobre todo, tomárnoslo con filosofía.
Me alegra saber que te ha gustado lo que lees. Muchas veces me da pena porque hay muchas cosas que me quedan por contar, se quedan olvidadas en el tintero esperando que algún día retome el tema y me ponga a escribir. Pero no siempre uno cuenta con todo el tiempo que querría.
Gracias por tu comentario.
Un abrazo muy fuerte.
Tere te manda un besote, que la tengo al final del pasillo.
madre mia que fotazos!!! no estan retocadas no??? Vaya colores!!! Me encantan me encantan me voy a hacer algo con esa gama de colores, un jersey un…. un algo, yo que se!
Vaya Kit Kat os metisteis, un descansito que lo mereceis.
Un besooooo
Hola guapa¡¡
Mujer, ya te digo que las fotos son de verdad y sin retoque… no veas qué gustazo tia, son increíbles las playas. Es que estábamos completamente solos…sin edificios cerca, rodeados de árboles, palmeras… sólo nos faltaba un mojito, jeje.
La verdad que el viaje nos ha venido de lujo, lo necesitábamos, ahora volvemos a estar más relajaditos.
Aún me queda por subir la segunda parte del viaje…que también mola mucho.
A ver si saco tiempo.
Un besote y hazte ese jersey.
[…] En breve os contaré cómo se desarrolló el viaje, aunque sé que aún me queda la segunda parte del viaje a Camerún. […]
[…] las utilizamos cuando queremos movernos dentro de una ciudad, para ir a la playa (como pasó en Camerún) o en pequeños trayectos. La primera vez que te montas en una moto en Nigeria, es toda una […]
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